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domingo, 25 de mayo de 2014

Etnografía

Henry Nicolas Rocha Merchan
Taller de redacción

Cruzando la ciudad. Una etnografía urbana

 Me encuentro en el bus SITP característico por ser de color azul, transitando por la calle 19 y son las 2:00 pm del 9 de Marzo de 2014. El vehículo es de los grandes, es amplio, se puede decir que son de los buses más grandes de Bogotá. Estoy sentado en la tercera fila atrás del conductor, además hay otras cuatro personas sentadas, la primera esta atrás de la silla del conductor, la segunda está en la parte derecha del bus justo detrás de la puerta de entrada, la tercera está ubicada detrás del segundo pasajero, y por último el señor conductor. El clima es soleado y con pocas nubes. Las personas caminan por las calles con tranquilidad. El bus sigue avanzando por la misma calle hasta la parada siguiente de donde me subí donde se suben dos mujeres; ambas de baja estatura, la primera que parece ser la madre denotado por sus pocas arrugas en la cara, pasa la tarjeta verdosa por el lector y logra acceder al interior, la hija pasa la misma tarjeta pero la maquina empieza a producir un sonido de alarma seguido de una voz de computadora anunciando la insuficiencia de saldo que posee, por lo que le es imposible entrar, al percatarse de suceso la hija pide de manera amable y casi suplicando a los usuarios del bus una tarjeta para que pueda ingresar con la condición de pagarle lo que cueste este pasaje. Los dos hombres señalan negativamente con la cabeza en cambio la señora que está detrás del operador del bus les hace el favor de prestarles la tarjeta por lo que la mujer puede ingresar, luego la mujer bajita se dirige a pagarle el costo del pasaje con lo que dice “son $1400, verdad” y se los entrega, en eso interrumpe el señor más alejado de ellas diciendo que son $1700 lo que vale, de inmediato la mujer le entrega un billete de $5000 y la contraparte le devuelve lo sobrante. La mujer de baja estatura queda muy agradecida por el hecho que acaba de suceder y se dirige a tomar asiento detrás de ella junto a su madre.

El bus recorre más de dos paraderos sin estacionarse debido a la falta de gente transcurriendo la ciudad. Por fin en la estación siguiente se suben tres personas, dos mujeres, un hombre, y realizan la misma acción, pasan su tarjeta sobre la registradora y prosiguen a pasar por la máquina. Las personas al interior del vehículo se percatan de la entrada de ellos y los miran a ver cómo es su aspecto luego de eso siguen con lo que estaban, viendo por la ventana. Cada uno de los nuevos pasajeros mira que puesto les queda mejor y se detienen a observar todo el bus, las dos señoras prefieren sentarse en la parte trasera totalmente sola en cambio el señor lo hace en la parte delantera. En el momento en el que el bus vuelve a seguir su trayecto, todos los pasajeros voltean a mirar la ventana y seguramente observar su alrededor mientras están recorriendo la ciudad. En algunos instantes la mujer que está al frente mío coge su celular e interactúa con él, ella lo guarda a veces y lo vuelve a sacar para seguir mirándolo.

El bus se encuentra por la plaza de mercado cuando se detiene en esa estación, acá se suben cinco jóvenes de entré 13 y 17 años, todos con una patineta y con ropa deportiva, similar uno a la del otro, entran hablando y haciendo bastante ruido, parecen gritando pero ese es su tono natural, uno hace una broma y los otros responden riéndose. Cuando un joven pasa la registradora se dirige al fondo del bus y así sucesivamente hasta que los cinco se encuentran reunidos atrás. Aun así siguen teniendo el mismo volumen de voz por lo que se puede escuchar su conversación y sus risas. Esas tratan de trucos sobre la patineta que han visto por internet y elogian el vídeo seguido de algún chiste.

El vehículo continúa su trayecto hasta llegar a la calle 13 sin ninguna novedad, cuando se supone que debe voltear a la derecha hacia Corferías y luego irse por "la esperanza", el bus en vez de eso, sigue derecho. Esto es debido a que hoy es el día de las votaciones en Colombia. El vehículo sigue por este camino, los tripulantes no se alarman porque tienen conocimiento del hecho y siguen con sus actividades, hasta que gira a mano derecha y sale por "la esperanza", por el lado del centro comercial "gran estación". Luego el conductor se detiene en el paradero del puente de esa avenida, donde se suben una pareja de esposos aparentemente.

jóvenes, ellos no saben cómo usar el método de la tarjeta como pasaje y proceden a preguntar cómo es que tienen que utilizarlo. El conductor les explica brevemente con lo cual pasan los dos, con una expresión de felicidad y de logro algo así como el descubrimiento de una habilidad nueva. Ellos pasan de largo platicando sobre lo sucedido, un método muy fiable para ellos, es decir muestran su satisfacción frente al hecho.
Seguimos el camino hasta llegar al restaurante McDonald’s donde, por supuesto, hay otra estación de los buses SITP, acá se sube una joven normal con vestimenta dominguera, por no decir informal, ella ya sabe cómo funciona todo y se sienta rápidamente en un asiento de la mitad del autobús. Ella agarra su celular, entra a una aplicación y se dispone a chatear en él, se ve a veces riendo y escribiendo, luego observa por la ventana y vuelve a mirar su teléfono inteligente, casi como un proceso repetitivo.

El conductor pasa derecho por “ciudad salitre” sin detenerse, sigue por el puente de este barrio, aún sin detenerse hasta llegar al sector de Modelia. En este barrio. Tampoco tiene que estacionarse debido al mismo hecho, no hay ninguna persona a quien recoger. El bus llega hasta la ferrocarril del barrio Hayuelos y en todo el transcurso la gente realiza las mismas acciones, mirar la ventana, chatear en su celular, hablarse una que otra vez con su compañero de puesto, si es conocido, y los jóvenes en su conversación ya desvariada.
Al parecer todos se dirigen a Castilla porque en ningún momento se bajó del bus alguna persona. En cuanto a mí, llegue al puente de la "Cali" y me levanté a tocar el timbre, que significa la detención del vehículo en la próxima estación. Así termina mi travesía por Bogotá donde se deslumbra la vida cotidiana de un ciudadano normal en su día de descanso, un domingo.